lunes, 27 de agosto de 2012

¿Por qué el agua del mar es salada? (Estonia)

Hace mucho tiempo, vivían dos hermanos que uno era muy rico y el otro pobre. Cuando llegó la Navidad, como el pobre no tenía nada para llevarse a la boca, fue a pedir limosna al rico. Pero éste le recibió de mal talante, pues no era la primera ve que acudía a él para que le sacara de algún que otro apuro.
- Si haces lo que voy a mandarte - dijo el rico - te regalaré un jamón, un buen jamón curado al humo.
- Estoy dispuesto a hacer lo que tú digas. Todo sea por un buen jamón.
- ¡Pues toma! - dijo su hermano arrojándole el jamón -. ¡Y vete al infierno!
El pobre cogió el jamón, dispuesto a obedecer las órdenes de su hermano. Anduvo todo el día y parte de la noche, hasta que vio una hoguera. Hacía allí se dirigió. Junto al fuego había un hombre anciano cortando leña.
- Buenas noches - saludó cortés el hermano pobre.
- Buenas noches. ¿A dónde te diriges a estas horas?
- Voy al infierno, pero no sé si éste es el camino.
- Sí, éste es el camino, el Infierno está muy cerca. Cuando llegues allí, ten cuidado, porque todos querrán compartir el jamón que llevas contigo. Pero no lo sueltes sólo por dinero, pide el viejo molino de mano que tienes junto a la puerta. Luego, cuando vuelvas a pasar por aquí, yo te enseñaré cómo usarlo, pues has de saber que ese molino tiene unos poderes maravillosos. En cuanto el hombre llegó a las puertas del Averno se vio asediado por una caterva de pequeños diablillos, que se empujaban unos a otros para conseguir el jamón.
Pronto apareció el Príncipe de las Tinieblas y, al ver tan suculento manjar, hizo todo lo posible por conseguirlo.
- Os lo daré a cambio del molino de mano que esta junto a la puerta.
Satanás regateó un poco, pero, viendo el molino de mano medio abandonado junto a la puerta, pensó que no era cosa de pelear por alto tan tonto y consintió en entregárselo al hombre.
- ¡Cógelo! ¡Y vete, antes de que me arrepienta!
De vuelta a su casa, el hombre se encontró de nuevo con el anciano, que le explicó las maravillas del pequeño molino. Al llegar a su hogar, después de escuchar los reproches y las quejas de su malhumorada esposa por su tardanza puso el molino encima de la mesa y dijo:
- ¡Hoy es Nochebuena! ¡Muele velas, manteles, vajillas, viandas y bebidas, todo lo que se necesita para celebrar una gran fiesta!
Y el molino obedeció e hizo todo como el hombre le había ordenado.
Su mujer se quedó estupefacta ante tanta maravilla, pero se quedó con las ganas de que su marido le diera una explicación.
El hermano rico fue invitado a la fiesta, y al ver tanta riqueza, sintió envidia.
- ¿De dónde has sacado todo esto? - preguntó a su hermano enseguida -.
El pobre, que ya había bebido mucho, no supo guardar su secreto y puso el molino encima de la mesa. Desde ese momento, en la mente del rico sólo había un pensamiento: adueñarse como fuera del molino.
Después de mucho discutir, el pobre entregó el molino a su hermano por una cantidad muy elevada de dinero. Un día de pleno verano, el hombre rico dijo a su mujer:
- Hoy irás tú a cortar heno con los campesinos. Yo me quedaré en la casa y prepararé la comida para todos. Y en cuanto su esposa salió por la puerta hacia el campo, le ordenó al molino:
- ¡Venga! ¡A moler arenques y sopa de leche!
El molino molió lo que le mandaban, hasta llenar todas las soperas y las fuentes. Pero luego, en vez de parar, continuó moliendo. Cuando llegaron la mujer y los campesinos la casa y los establos estaban inundados de sopa y los arenques se amontonaban por todos los rincones. Desesperado, el hermano rico fue a ver al pobre, para devolverle el molino.
- ¡Sólo acepto de nuevo el cambio por una cantidad de dinero similar a la que me diste al comprarlo!
En casa el pobre, el molino obedecía y se detenía cuando él quería. El hombre se hizo inmensamente rico. Tenía todo lo que deseaba. Por capricho de su mujer, había construido junto al mar una preciosa rodeada de jardines.
Por la región se contaban maravillas de aquel prodigioso instrumento, pero nunca nadie se había planteado ir a verlo, la historia parecía demasiado fantástica.
Un día, un navegante que acababa de llegar a la costa al mando de un enorme barco, intrigado por las extrañas habladurías que circulaban por el puerto, deseando satisfacer su curiosidad, fue a visitar al hombre.
- Me han hablado de las maravillas de este molino. Dicen que muele todo lo que le ordenas. ¿Acaso podría también moler sal?
- Ya lo creo. Y todo lo que le pidan. ¿Quiere que se lo demuestre ahora mismo?
- ¡Desde luego que si! ¡Quedaría encantado!
Y el hombre ordenó al molino que moliera todo lo necesario para celebrar esa noche una gran cena.
El eco de la fiesta se propagó por el pueblo, y pronto aparecieron más invitados. Entre la alegría del vino y de la fiesta, todos bailaban despreocupados. El navegante, que sólo pensaba en el molino y en ahorrase millas a bordo de su barco en busca de sal, aprovechando la algarabía de la fiesta, huyó veloz con el molino.
Al llegar al puerto, preparó con urgencia a toda la tripulación y zarpó.
Ya en alta mar, cogió el molino y le ordenó:
- ¡A moler sal!
Y el molino molió tanta sal que llenó la bodega, los camarotes y la cubierta del barco, y poco a poco, la nave fue hundiéndose en el mar. El molino giraba sin parar, frenético, hundiéndose en las profundas aguas. Y ahí continúa todavía el barco salinero y también el molino infernal, que no ha dejado de moler sal desde entonces. Y ésta es la razón por la cual el agua del mar es tan salada.

Antología de cuentos universales.

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