Apuesto mancebo, rubio y sonrosado, Gambrinus era ayudante de un vidriero en la ciudad de Kortrik, en la antigua Flandes. Todas las jóvenes suspiraban al verle. Pero para él sólo existía Margarita, la hija de su patrono. Y como Gambrinus no era vidriero de casta y nunca llegaría a ser maestro, Margarita no podía aceptarle. Desesperado por el desprecio que le profesaba su amada, el muchacho decidió abandonar el taller para siempre. Era muy aficionado a la música y quiso consolarse con ella; se compró una viola y aprendió a tocarla. Pronto se destacó entre todos los músicos de la corte.
Había pasado un año desde su salida de Kortrik, cuando fue invitado por el alcalde de la ciudad para participar en los conciertos de las fiestas del verano. Con la intención de burlarse de un aprendiz de vidriero que pretendía ser músico, todos los habitantes de Kortrik asistieron al concierto. Margarita estaba allí, y esto bastó para que Gambrinus no tocara con acierto ni una sola nota. Desencantado y triste, Gambrinus compró una cuerda y se dirigió al bosque dispuesto a suicidarse.
- El orgullo de una mujer no es motivo de suicidio - dijo una voz-.
Gambrinus descubrió la figura de un anciano muy pequeño.
- No os conozco y me dais un consejo ¿Quién sois?
- Me llaman Ruud.
- ¿Y que deseáis de mí? - dijo Gambrinus mientras deshacía el nudo de la soga y descendía del árbol.
- Vengo del país de los seres pequeños, en las regiones subterráneas de la Tierra. Y deseo ayudaros.
- Extraña es vuestra amabilidad. ¿y a qué queréis ayudarme?
- A olvidar a la dama que os atormenta.
- ¡Algo querréis a cambio!
- Vuestra vida. Dentro de 70 años vendré a buscaros y os llevaré conmigo a los mundos subterráneos.
- ¡De acuerdo! Pero deseo que mi existencia en la Tierra sea feliz.
El anciano hizo un gesto con la mano derecha, y apareció ante Gambrinus una extensión enorme de tierra, con largas filas de varas de abedul sobre las que trepaba una planta con flores amarillas, muy aromáticas. Al fondo se distinguía un edificio enorme de piedra.
- ¿Qué es eso? - preguntó Gambrinus.
- Una plantación de lúpulo. Y aquella casa una fábrica de cerveza. La flor de esa planta curará tu amor. ¡Ven conmigo!
Ruud llevó a Gambrinus a la fábrica de cerveza. La flor de esa planta curará tu amor. ¡Ven conmigo!
Ruud llevó a Gambrinus a la fábrica, y entre cubas y hornillos encendidos, entre toneles y calderas llenos de un extraño líquido amarillo, le dijo:
- Con cebada y lúpulo fabricarás el vino flamenco, que se llamará cerveza. Después de moler la cebada la pondrás a fermentar en estas cubas y luego la pasarás a las calderas para mezclarla con el lúpulo. Después la dejarás envejecer en los toneles.
Tras decir esto, Ruud le dio a probar a Gambrinus el líquido maravilloso. Él dio un sorbo, pero hizo un gesto de desagrado.
- Bebe más - dijo Ruud.
Gambrinus bebió el jarro de un trago y pronto experimentó una agradable sensación de bienestar. Su mente, por primera vez desde que conoció a Margarita, estaba tranquila.
Al día siguiente, Gambrinus regresó a Kortrik y compró una gran extensión de terreno donde plantó lúpulo. Cerca de la plaza del pueblo mandó construir una inmensa fábrica. Como la que le había mostrado Ruud. La gente, al verle, lo tachaba de loco, pero él no hacía caso, muy ocupado en la elaboración del maravilloso líquido. Un domingo de verano colocó en la plaza de Kortrik dos grandes cubas, una con cerveza dorada y otra con cerveza negra. Y cuando la gente salió de la iglesia invitó a todos a beber.
Enseguida los habitantes de Kortrik empezaron a animarse, y comieron y bebieron, al principio con desconfianza, luego con alegría.
Corrió por toda la comarca la noticia de elixir maravilloso. Y la ciudad de Kortrik se hizo famosa. En todo el país se instalaron fábricas, con sus correspondientes cervecerías. Y el vino de cebada se extendió por los Países Bajos, Alemania y Escocia. El rey de los Países Bajos concedió a Gambrinus los títulos de duque de Brabante y conde de Flandes. Pero el que prefería éste era el de rey de la cerveza, que le habían otorgado los habitantes de Kortrik.
Gambrinus nunca volvió a pensar en Margarita. Vivió en paz hasta los 90 años. Entonces, un atardecer de invierno, se presentó ante él un anciano de estatura pequeña llamado Ruud. Gambrinus lo reconoció enseguida y, sin decir nada, abandonó su castillo y partió para siempre al país de los seres pequeños. Allí fue reduciendo su tamaño y continuó viviendo eternamente.
Cuentos flamencos.
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