Hace muchos años vivía en Checoslovaquia un muchacho llamado Pedro. Cuando su padre, un rico labrador, murió, su madrastra se quedó con su herencia y lo echó de casa.
- No quiero verte más. ¡Vete al demonio!
Pedro abandonó su casa y echó a andar. Al llegar a una granja llamó a la puerta y pidió trabajo.
- Con esa pinta de señorito ¿qué trabajo piensas hacer? Anda, largate y vete al diablo - dijo el granjero-.
Volvió a intentarlo en dos granjas más granjas más, llamó a la puerta y pidió trabajo.
- Con esa pinta de señorito ¿qué trabajo piensas hacer? Anda, largate y vete al diablo - le contestaban los granjeros.
Volvió a intentarlo en otra y un hombre vestido con un llamativo traje verde.
- ¡Buenos días nos dé Dios! - dijo Pedro en tono amable.
- ¿Qué te ocurre buen mozo? ¿Te agobia algo?
Pedro le contó que buscaba trabajo y que nadie se lo daba, al contrario, lo mandaban al diablo.
- ¡Seguro que él sería más amable conmigo que esos granjeros!
El hombre sonrió y le preguntó si le daría miedo encontrarse con el demonio.
- ¿Miedo? Después de conocer a mi madrastra ya nada me da miedo.
En ese instante el caballero de verde se volvió de un color oscuro y sus vestidos cambiaron a un rojo púrpura.
- Yo soy el demonio.
Pedro ni se inmutó. El diablo le propuso entrar a su servicio. Tendría que atizar tres enormes calderas en el infierno. Ambos llegaron a un acuerdo, y el muchacho se comprometió a trabajar para él durante siete años. Al cabo de este tiempo Pedro como había servido muy bien al demonio, le pidió su regalo y éste, antes de partir, le entregó una varita mágica.
Cuando desees dinero no tienes más que pedírselo. Pero no olvides que cuando subas a la Tierra la gente te tendrá miedo, pues has tomado el color tostado del infierno y tu pelo y tus uñas están muy largos.
Pedro no se inquietó, pero el diablo le dijo que el color de la piel no se le iría nunca. Podría decir a la gente que era el cuñado del diablo. El muchacho apareció en el mismo bosque donde ambos se habían encontrado. Allí se despidieron y el diablo se ofreció a ayudar a Pedro en lo que necesitara. El muchacho llegó al pueblo más próximo y se paseó por las calles. La gente, al verle, empezaba a gritar:
- ¡El demonio! ¡Ha llegado el demonio!
- ¡No os asustéis! ¡Yo sólo soy el cuñado del demonio! y diciendo esto, ayudado por su varita mágica, les entregaba puñados de dinero. Pedro hizo construir una gran casa y se instaló en el pueblo. Los habitantes del lugar, olvidando su aspecto infernal, iban a visitarle para pedirle dinero. Pedro y su varita mágica fueron pronto famosos por todo el país. Un día, un noble caballero que vivía en los alrededores, se presentó en su casa.
- ¡Buenos días, señor! He oído hablar de vuestros prodigiosos poderes para hacer dinero. Dicen que sois el cuñado del diablo, pero no ha llegado a mis oídos maldad alguna cometida por usted. Todo lo contrario.
- Sin duda - dijo Pedro - estáis interesado en mi dinero. Os daré la cantidad que deseéis, pero tendréis que entregarme a una de vuestras hijas. ¡Me casaré con ella!
El caballero contó a sus tres hijas el encuentro con el extraño muchacho, las dos mayores empezaron a gritar:
- Por dinero quieres entregar a una de tus hijas. Y menos a un hombre tan horrible como el que describes. ¡No! ¡Nunca nos casaremos con él! Pero la más pequeña, Linka, dijo a su padre que estaba dispuesta, al menos a conocer al hombre. Pedro fue presentado a la joven, y ésta, al verlo, casi se desmaya.
- No te preocupes - dijo el muchacho -. Mi aspecto no es muy agradable ahora, pero si tienes paciencia podré hacerte muy feliz.
La joven sonrió con dulzura y aceptó a su pretendiente. Pedro entregó al padre de Linka una gran cantidad de dinero y ambos fijaron la fecha de la boda. Entonces Pedro llamó a su amigo el diablo y le rogó que le ayudara a recuperar el blanquecino color de su piel.
Y así el muchacho, ayudado por el demonio, se presentó el día de la boda limpio, bien vestido y muy atractivo. Linka, su prometida, no dudó un instante y pronunció un rotundo "Sí". Sus dos hermanas mayores, muertas de envidia, espiaban la comitiva desde su alcoba. Entonces se les presentó Lucifer.
Vengo por vosotras para haceros mis esposas. Así, desde ahora, Pedro podrá decir con mucha razón que es el cuñado del demonio.
Antología de leyendas universales.
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