lunes, 6 de agosto de 2012

La leyenda del Rey Ciro (Persia)

En la antigua región oriental de Media vivía un rey valiente y poderoso, Astiajes, que tenía una hija llamada Mandane. Durante tres noches seguidas soñó el rey que del vientre de su hija nacía una vid que se extendía por Asia.
El monarca no supo descifrar el sueño y reunió a todos los adivinos del reino para escuchar sus interpretaciones. Todos coincidieron: la princesa Mandane tendría un hijo que llegaría a ser rey y le arrebataría el reino a su abuelo.Cuando Madane tuvo edad casadera, su padre la envió a Persia, para que contrajera matrimonio con Cambises, hombre sin linaje y de poca importancia social, pues pensaba que así no se cumpliría el sueño. Pronto supo que su hija estaba embarazada; ordenó entonces que la trajeran a palacio. Llego la hora del parto y la princesa trajo al mundo un niño muy hermoso. Astiajes tuvo miedo, y ordenó a Harpago, noble de su confianza, que cogiera al niño y lo llevara a las afueras de la ciudad para matarle. Harpago llegó al bosque, pero no se atrevió a darle muerte a la criatura y entregó el niño a un pastor al llegar la noche. El pastor dejó el infante sobre unas hojas de helecho y regresó a su cabaña. Allí encontró el pastor a su mujer llorando con desesperación: acababa de dar a luz a su hijo que había nacido muerto. El pastor contó a su mujer lo sucedido en el bosque, y ambos convinieron en cambiar a los niños y abandonar en el bosque a la criatura muerta, envuelta en los pañales reales.
El nieto del rey crecía feliz junto a sus padres adoptivos, que le había puesto de nombre Ciro, pues la mujer del pastor se llamaba Cira. Un día, el muchacho, que ya contaba con diez años, jugaba con sus amigos a elegir un rey, al que tendrían que obedecer los demás. Por unanimidad todos eligieron a Ciro y le juraron obediencia. Sólo uno se resistió. Entonces el falso rey ordenó que lo azotaran. El muchacho apaleado por sus compañeros de juego, fue corriendo a contárselo a su padre.
- Ciro, el hijo del pastor, me ha azotado, porque jugando fue elegido rey y yo no hice voto de obediencia.
El padre del muchacho, furioso, pidió audiencia ante el rey Astiajes y le contó lo ocurrido. Astiajes quiso conocer a Ciro y ordenó que lo llevaran a su presencia. Llegó el muchacho y el rey reprochó su actuación.
- Mi señor, mis compañeros me eligieron rey y juraron obedecerme. Uno se resistió y tuve que castigarle, pues desobedecer al rey es una falta grave.
Astiajes, viendo el parecido de Ciro con su hija Mandane y la desenvoltura del muchacho, sospechó que aquel era su nieto, al que había mandado matar cuando nació. Para asegurarse, ordenó que llevaran al pastor rápidamente a su presencia.
Este no quiso decir la verdad al rey, asegurando que Ciro era su hijo realmente. Pero cuando comenzaron a torturarle, el pastor comenzó a gritar y juró que diría toda la verdad.
Finalmente Astiajes vio confirmada su sospecha pero, creyendo que al ser Ciro elegido rey de los muchachos ya se habían cumplido los vaticinios de los adivinos podía quedarse tranquilo y dejó libre al pastor y acogió al niño, al que pensó educar como a un verdadero príncipe. Sin embargo pensando que Harpago había desobedecido sus órdenes, le dio un castigo terrible: hizo matar a uno de sus hijos y ordenó a los cocineros que lo prepararan como manjar. Aquel día invitó a Harpago a la mesa, prometiéndole un exquisito banquete. Harpago probó el plato y el monarca le preguntó si sabia bien.
- Sí, señor, es delicioso.
- Pues es tu hijo menor al que te has comido - dijo el rey con crueldad -.
Harpago cayó desvanecido ante el horror que le produjo la venganza real. Cuando volvió en su, su único pensamiento era vengarse del rey. Así, escribió a Ciro, a quien su abuelo había enviado a Persia para aprender el arte militar. En la carta le contaba la verdad, y le explicaba que si vivía era gracias a él, porque su abuelo, al nacer, había ordenado que lo mataran. Le hablaba también de la terrible muerte de su hijo menor a manos de su cruel abuelo. Y terminaba invitándole a tomar las armas contra el asesino Astiajes.
Ciro recibió el mensaje, reunió un ejército poderoso y se dirigió a Media. Los soldados que vigilaban el palacio de Astiajes vieron, desde las atalayas, que se acercaba un gran ejército y avisaron a su rey. Este llamó a Harpago y le ordenó que convocara a su ejército para luchar contra el enemigo. Harpago aceptó el mando pero, cuando llegó junto a las tropas de Ciro, en lugar de enfrentarse, se unió a ellas. Astiajes, al conocer la noticia, montó en cólera, reunió un nuevo ejército y se puso al frente para combatir a Harpago y a Ciro. Tras una dura batalla, Astiajes logró la victoria, y su nieto y su ministro emprendieron huida con el ejército, temiendo la crueldad del monarca. Pero cuando los vencidos corrían despavoridos salieron todas las mujeres al campo de batalla, gritando y tachándoles de cobardes. Entonces Ciro y Harpago se sintieron avergonzados y volvieron a empuñar las armas, enfrentándose con bravura a las tropas de Astiajes, que al final fue derrotado.
Ciro quedó vencedor, pero no quiso matar a su abuelo, simplemente lo desterró. Desde entonces fue rey, y gobernó con Harpago como primer ministro hasta el final de sus días.

Antología de leyendas universales.

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