lunes, 18 de junio de 2012

Las tres naranjas del amor (Asturias)

Hace mucho tiempo vivió un príncipe que decían que no reía nuca. La noticia había corrido por todo el reino y había llegado a oídos de una joven hechicera.
- A este príncipe yo le hará reír y llorar.
Y se vistió con un traje de cacharros enhebrados en cuerdas, se dejó caer el pelo sobre los hombros y, al son del pandero, se puso a bailar frente al príncipe.
La hechicera bailaba dando grandes saltos y, en uno de ellos, se rompió una cuerda que sostenía los cacharros y se quedó desnuda en medio de la calle. El príncipe empezó a reírse.
La mujer furiosa, le dijo:
- Permita Dios que no vuelva a reírse hasta que encuentre las tres naranjas del amor.
Desde aquel momento la tristeza fue ganando el corazón del príncipe. El tiempo fue pasando y, un día, harto ya de su vida sombría y aburrida, dijo para sí:
- Necesito alegrarme y reír. Estoy dispuesto a ir a buscar las tres naranjas del amor.
Caminó de pueblo en pueblo, hasta que una mañana se encontró con la hechicera.
Ella le preguntó:
- ¿A dónde vas?
- Voy a buscar las tres naranjas del amor.
- Están muy lejos de aquí, en una cueva. Camina hacia el norte y la encontrarás en medio de un peñascal.
El príncipe continuó su camino. Al llegar al peñascal se adentró en la gruta.
Llegó a una gran sala donde había una mesa de oro, sobre la que se encontraban tres cajas: cada una contenía una naranja del amor.
Después de caminar unas horas se sentó bajo un fresno y decidió abrir una de las cajas. La naranja guardada en su interior habló:
- ¡Agua, que si no muero!
Y como el príncipe no tenía agua, la naranja murió.
Emprendió de nuevo el camino y llegó a un mesón; allí pidió comida, una jarra de vino y una de agua. Abrió la segunda caja y la naranja dijo:
- ¡Agua, que si no muero!
Pero el príncipe, en lugar de arle la jarra de agua, cogió por error la de vino, echó el líquido en la caja y la segunda naranja también murió.
Emprendió de nuevo el camino y al atravesar un monte encontró un río. Allí abrió la tercera caja.
- ¡Agua, que si no muero!
- Bien sabe Dios que por falta de agua no morirás - dijo el príncipe al tiempo que echaba la caja al río.
Se formó en el agua un montón de espuma y de entre ella salió una hermosa joven.
El hijo del rey la llevó consigo, y en el primer pueblo que encontraron se casaron.
Al año siguiente de deambular por el mundo, la muchacha dio a luz a un niño, y la pareja decidió entonces volver a su reino, para dar la buena nueva al padre del príncipe. Al llegar, el marido dijo:
- Quédate aquí, junto a esta fuente, mientras yo voy a avisar a mi padre, el rey.
Junto a la fuente había una encina, y la joven se sentó a la sombra con su hijo. Al poco tiempo pasó por allí la joven hechicera. Se acercó a la fuente para beber y vio a la hermosa joven.
- ¿Qué hace usted aquí? le preguntó.
- Estoy esperando a mi madrido, el príncipe.
Observándola más detenidamente, miró al niño y más tranquila dijo:
- ¡Qué niño más hermoso tiene! ¡Déjemelo un rato!
La princesa le dejó al niño, aunque de mala gana.
La hechicera, alabó la larga melena de la joven y se ofreció a hacerle un moño. Y con fingida amabilidad se acercó a ella y le clavó9 un alfiler en la cabeza; en ese instante la princesa se convirtió en paloma.
Y la mujer, como tenía el poder de la transformación, tomó la forma de la princesa, puso al niño en su regazo y se sentó bajo la encina a esperar al príncipe; éste, al volver, la tomó por su joven esposa y la llevó a palacio.
Pasó el tiempo, el rey murió y la hechicera, junto a su marido, heredó el trono. Todas las mañanas, al paloma volaba sobre la huerta del palacio, se posaba a comer fruta y decía:
- Hortelano del rey, ¿qué hacen el rey y la reina?
- Comer y beber y estar en la sombra - contestaba él.
- Y el niño, ¿qué hace?
- Unas veces canta y otras llora.
- ¡Pobrecita su madre, que anda por el monte sola!
El hortelano contó al rey lo que sucedía cada mañana en la huerta. Y así decidieron coger al pájaro y dárselo al niño para que jugara.
Una tarde observó el infante que la paloma se rascaba la cabeza con la pata y descubrió que tenía un alfiler clavado. El niño se lo arrancó y la paloma recuperó la forma humana.
La hechicera fue quemada en la plaza pública.


Archivo de tradiciones populares. Cuentos asturianos escogidos de la tradición oral.

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