lunes, 23 de julio de 2012

El espíritu de la luz (Alemania)

Dentro de una bombilla que colgaba del techo del vestíbulo de una casa de campo vivía un pequeño espíritu, el espíritu de la luz. Todo el día se pasaba quejándose.
- ¡Qué vida tan miserable la mía! Mi existencia es parecida a la de los vigilantes nocturnos. En toda la noche no puedo pegar ojo y me tengo que conformar con dormir de día. Y la culpa la tiene la gente que habita en esta casa. En cuanto empiezo a quedarme dormido viene alguien y, ¡zas!, aprieta la llave de la luz y me despierta. Seguro que si estuviera dentro de una lámpara más importante, por ejemplo, la del comedor, sólo me molestarían en las grandes ocasiones. Estoy cansado. Creo que esta noche dormiré a mis anchas y no permitiré que nadie me despierte.
Aquella noche, el dueño de la casa volvió tarde. Al entrar en el vestíbulo dio la vuelta al interruptor, pero el espíritu de luz había decidido no trabajar y se quedó apagado. Por esta razón, el hombre tuvo que subir a oscuras las escaleras y, como era poco torpe, resbaló y se cayó, rompiéndose con ello una pierna.
Cuando el espíritu de la luz vio lo que había ocurrido, para compensar los daños, decidió lucir todas las noches, sin esperar a que nadie le despertara prendiendo el interruptor, de esta forma todos estarían felices con su trabajo y orgullosos de tener una luz que se apagase.
Ala noche siguiente, a altas horas, un hombre entró silencioso en la casa  y comenzó a subir por las escaleras. Llevaba en la mano un manojo de llaves que se le cayó al suelo, haciendo un ruido tremendo. Los habitantes de la casa se despertaron y, al ver lo que ocurría en la escalera, cogieron al ladrón y lo llevaron a la Policía.
- ¡Todo por su culpa! - dijo el hombre mirando al espíritu de la luz -. Si no hubieras brillado tanto habría podido ocultarme sin ser descubierto por los dueños de la casa. El espíritu de la luz estaba cada vez más confuso. Ya no sabía cómo actuar, pues no era capaz de distinguir entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Entonces, decidió salir al mundo y recorrerlo. Quizá alguien podría explicarle cuál era el mejor modo de que todos estuvieran contentos.
En el camino se encontró a una mujer completamente vestida de negro, y una mirada arrogante y fría, llena de misterio y oscuridad.
- ¿Quién eres? - preguntó con miedo, pero decidido, el espíritu de la luz.
- Soy la noche - dijo la mujer - y tú eres mi peor enemigo. Cuando los hombres llegan a casa cansados después del trabajo, yo extiendo mi manto negro y elimino sus preocupaciones, velando su sueño. Pero tú destruyes parte de mi poder, oponiéndote con tu luz a mis tinieblas. Y, como tú, hay millones de pequeñas luces que pueden hacer que mi grandeza parezca menor.
- Disculpe señora, eso no volverá a ocurrir.
Y el espíritu de la luz, todavía más entristecido, continuó su camino, intentando descubrir qué debía hacer. Por la mañana se encontró a un ser enorme, con una cabeza redonda y muy grande, cubierta de sudor. Al ver al espíritu de la luz la gran bola soló una gran carcajada que retumbó en todos los rincones de la Tierra. Parecía que no iba a terminar nunca aquel ruido insoportable.
- Dime quién eres y por qué te burlas de mí, no creo que yo te haya hecho nada malo - preguntó furioso el espíritu de la luz.
- Yo soy el Sol. Y me río de ti porque tienes la osadía de competir conmigo. No eres consciente de mi grandeza, de la fuerza y la luminosidad de mis rayos. ¿Piensas, pequeño e insignificante ser que la luz que emites puede compararse con la potencia con la que yo irradio? Lo único que debería hacer  es avergonzarte. Tu trabajo no sirve para nada. El espíritu de la luz volvió apesadumbrado a su bombilla, en el techo del vestíbulo de la casa de campo. Y, desde las alturas, vestido con una frágil cubierta de cristal dijo a la lámpara del comedor:
- Me siento incapaz de complacer a todos. Nadie está contento con lo que hago. Lo que favorece a unos, entorpece a otros. Estoy cansado y triste, y voy a abandonar la Tierra.
Y sin decir más se tumbó en el suelo de cristal de la bombilla y, expirando, apagó su luminosidad.
A la mañana siguiente, la lámpara del comedor escuchó que la dueña de la casa decía a la criada:
- Dagmar, la bombilla del vestíbulo se ha fundido. Ve a la tienda y compra otra.

Norberto Lebermann - Cuentos alemanes

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El tesoro escondido (Gran Bretaña)

 Un campesino muy pobre soñó durante tres noches seguidas que debajo de una roca, cerca de su casa, estaba enterrado un tesoro. En aquel sue...