William Butler Yeats (1865-1939), eminente poeta irlandés e investigador de temas célticos, recorrió las tierras de su país recopilando cuentos tradicionales. En su obra "Fairy an Folk Tales of Ireland" incluye el extraño cuento que presentamos a continuación.
Una vez, hace ya más de cien años, un sacerdote católico fue despertado a media noche para atender a un moribundo en un lugar alejado a su parroquia. Sin tardanza, el hombre emprendió el camino. Llegó a casa del enfermo y, después de administrarle los últimos sacramentos, le vio partir al otro mundo en paz. El buen padre tomó el camino de vuelta a lomos de su caballo. Viajaba muy despacio.
Aunque todavía estaba oscuro, ya se podían distinguir los primeros sonidos del alba, que el hombre escuchaba ensimismado. Cuando el paisaje se dibujó con claridad, el sacerdote bajó del caballo y soltó las riendas. A paso muy lento, sacó su brevario del bolsillo y comenzó a recitar lentamente las oraciones de la mañana.
No había llegado muy lejos cuando observó que el caballo no le seguía. Miró hacia atrás y lo encontró con la mirada fija en un campo donde pastaban tres vacas. Sin darle importancia, cogió al caballo por la brida y continuó su camino. Sin embargo, al llegar a una encrucijada, el animal relinchó y se detuvo de golpe, negándose a continuar. El sacerdote lo observó con detenimiento: sudaba profusamente y temblaba de la cabeza a las patas. Comprendió que tenía miedo y, recordando lo que había oído en el pueblo que se debía hacer en estos casos, sacó su pañuelo y le vendó los ojos. Luego montó sobre el animal y, golpeándolo suavemente con la fusta, consiguió que el caballo avanzara lentamente.
Y así continuaron un buen rato, hasta que, a la izquierda del camino, el sacerdote vio algo que le heló la sangre: el cuerpo de un hombre, pero sólo de la cadera a los pies, corriendo a través de los campos. Sin poder moverse, vio que la aparición se dirigía hacia él. Pronto el fantasma llegó a la carretera y el hombre pudo observarle de cerca: llevaba unos pantalones de cuero amarillo, ceñidos a la rodilla por una cinta de color verde; no tenía calcetines ni tampoco zapatos, y sus piernas estaban cubiertas de espeso y rojo pelo, manchado de sangre y barro.
El sacerdote estaba perplejo pero, haciendo acopio de sus nervios templados y su sangre fría, decidió permanecer allí. Quería hacer hablar al espectro.
- Hola amigo. ¿Adónde te diriges tan temprano?
La respuesta fue una especie de feo bufido. El sacerdote continuó preguntando:
- Una hermosa mañana para que paseen por aquí los fantasmas.
- ¡Ummm!
- No estás muy hablador esta mañana - continuaba insistiendo el hombre.
- ¡Ummm!
El silencio del extraño visitante terminó por exasperar al hombre que, furioso, gritó:
- ¡En nombre de todo los sagrado! ¡Te ordeno que respondas! ¿Quién eres tú y adónde vas?
Pero no obtuvo más respuesta que un nuevo "Ummm".
- Quizá - dijo el cura -, un latigazo a tiempo podría volverte más comunicativo.
Y diciendo esto, golpeó a la aparición con el látigo.
El fantasma dio un grito salvaje y sobrenatural y cayó al suelo. En un segundo, el espectro desapareció; en su lugar el sacerdote encontró, en un mar de leche, el cuerpo de Sarah Kennedy, una vieja del pueblo famosa por sus prácticas de brujería.
- ¡Sarah! Nunca has hecho caso de mis buenos consejos. Y hoy, maldita mujer, te he sorprendido en una de tus tremendas fechorías.
- ¡Oh, padre, padre! ¡Haga algo para salvarme! El infierno no se ha abierto para mí. Una legión de demonios me rodea en este momento. Quieren robar mi alma.
Pero el sacerdote ya no podía hacer nada por aquella mujer, que entre contusiones y alaridos expiró en pocos segundos. Los restos de Sarah Kennedy fueron trasladados a su cabaña, no muy lejos de la parroquia. La mujer nunca había tenido relación con sus vecinos. Vivía en compañía de su única hija. Todos sabían de sus extrañas prácticas, que nada tenían que ver con la religión católica. No tuvo cristiana sepultura, y sus restos, junto a todas sus pertenencias, fueron quemados en la plaza. Su hija huyó y nunca más volvió a aparecer por el lugar.
"Cuentos celtas" - "Fairy and Folk Tales of Ireland" , W. B. Yeats
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