lunes, 10 de septiembre de 2012

La lámpara mágica (India)

En un tiempo pasado vivía una viuda pobre que tenía un hijo guapo y distinguido. Un día llegó a su casa un mercader que venía de un lejano país, asegurando que era el hermano mayor de su difunto marido. La mujer le hospedó en su casa una temporada. Una mañana dijo a la mujer:
- Tu hijo y yo vamos a buscar flores de oro. Prepara un hatillo con comida. La viuda así lo hizo y partieron muy de mañana.
Después de haber caminado durante muchas horas, el joven, agotado, propuso a su tío descansar un rato. Pero éste se negó y le obligó a continuar andando. Poco  después, el mancebo volvió a pedir descanso; pero el tío, por toda contestación, le propinó un golpe. Prosiguieron el camino y, al llegar a un montecillo, el hombre ordenó a su sobrino que juntara un montón de leña. Cuando lo hubo preparado, le obligó a que soplara con todas sus fuerzas para encenderla.
El chico obedeció, pero no consiguió encender ni una sola rama. Cansado, preguntó a su tío:
- ¿Cómo voy a encender una leña sin fuego?
- Sopla, o te daré una buena paliza - contestó éste.
El muchacho continuó soplando y por fin la leña se encendió. Cuando el fuego se consumió apareció bajo las cenizas una abertura en la tierra, cubierta por una plancha de hierro. Y el hombre ordenó al chico que la levantara. Este lo intentó con todas sus fuerzas, pero no consiguió nada. Después de recibir un nuevo golpe, consiguió levantar la pesada plancha. Y ante sus ojos apareció una maravillosa cueva subterránea, iluminada por una lámpara y llena de flores de oro. El hombre mandó a su sobrino descender a la cueva y coger la lámpara y un buen puñado de flores de oro. El chico obedeció, pero cuando quiso subir no pudo porque iba muy cargado. El tío, desde arriba, gritaba furioso:
- ¡Sube como puedas!
- ¡Cógeme al menos las flores de oro! ¡No puedo subir yo solo con todo!
Pero el hombre, enfadado, dio una patada en el suelo y la cueva se cerró.
El muchacho quedó encerrado en la cueva. Un día que meditaba sobre su mala suerte con la lámpara entre las manos, sin darse cuenta la rozó con un anillo que llevaba y apareció un pequeño genio ante él.
- Pide lo que quieras y lo tendrás - dijo el duende.
- ¡Quiero salir de esta cueva enseguida!
Y la cueva se abrió y el joven partió feliz junto a su madre, con la lámpara en las manos. En cuanto llegó a su casa, pidió de comer, pero la despensa estaba vacía. El muchacho se acordó de la lámpara y la rozó con su anillo, al instante aparecieron ante ellos todo tipo de manjares, y madre e hijo se hartaron de comer. Desde entonces ambos fueron felices, pues simplemente con rozar la lámpara con el anillo tenían todo lo que deseaban. El muchacho vio un día a la joven princesa salir de los baños. Como era muy hermosa se enamoró apasionadamente de ella y suplicó a su madre que fuera a hablar con el rajá para pedir su mano. Y así la madre pidió audiencia en palacio y rogó para su hijo la mano de la joven princesa. El rajá respondió que accedería si su hijo aportaba más dinero que el que había en las arcas reales. Cuando el muchacho supo las condiciones, pidió al genio el dinero y mandó llevarlo al palacio del rajá. Éste, sorprendido por tanta riqueza, pidió, además, que construyeran para su hija un magnífico palacio, según lo exigían la categoría y el rango de la bella princesa.
El joven frotó la lámpara con el anillo y el genio, en una sola noche, construyó el palacio. Finalmente se celebró un gran fiesta para celebrar la boda.
Pasó el tiempo. El rajá y su yerno acostumbraban a ir de caza. Una mañana en que ambos habían salido temprano hacia el bosque, se presentó en palacio un hombre que deseaba ver a la princesa, llevando en sus manos una lámpara vieja.
- Buenos días, princesa. Quisiera cambiar esta bonita lámpara por alguna vieja que tengáis arrinconada.
La princesa no conocía las maravillosas cualidades de la lámpara de su marido y se la entregó al hombre, que no era otra que el malvado tío de éste. En cuanto la tuvo en su poder la frotó con la mano y dijo:
- ¡Transporta este palacio, con todo lo que hay en él, a mi país!
El rajá, enfurecido al descubrir la desaparición de la princesa y el palacio, dio un plazo de trece días al joven para devolverle a su hija; si no lo lograba, moriría.
El último día del plazo, el joven, tumbado en una roca, pensaba en su mala suerte cuando al rozar la piedra con su anillo apareció un genio, y el chico dijo:
- He perdido a mi esposa y mi palacio. Si sabes dónde están, llévame allí.
El genio le condujo a las puertas del palacio, donde el joven tomó la forma de un perro, y entró en él. Allí descubrió a su mujer llorando y, después de consolarla, le preguntó por la lámpara.
- Tu tío la lleva siempre colgada del cuello y no deja que nadie la toque.
Después de pensar mucho en una solución, la princesa se comprometió a deshacerse del hombre. Y por la noche, puso veneno en el arroz de la cena. El tío se lo comió con avidez y murió al instante. Entonces, el joven le quitó la lámpara y la frotó con su anillo.
- ¡Transporta el palacio, a mi esposa y a mí al país del rajá ahora mismo!
El palacio y sus moradores volvieron al lugar primitivo. Y el rajá entregó la mitad de su reino a su yerno, y ambos gobernaron en paz hasta el fin de sus días.

"Las mil y una noches"

1 comentario:

  1. ¿esto está en las mil y una noches? no lo había leído, creo que he leído una selección de cuentos de las mil y una noches que no tiene ese cuento.

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